La guerra ha vuelto a Culiacán este jueves, tras detención de Ovidio Guzmán, hijo de El Chapo y líder de Los Chapitos, una de las facciones del Cartel de Sinaloa. Presuntos integrantes del grupo criminal provocaron el caos en la capital de l Estado de Sinaloa y en otras ciudades, con balaceras y blocos, dispojando de sus vehículos y móviles a conductas. Los aeropuertos más importantes de Sinaloa cerraron y algunas carreteras fueron cortadas, con camiones y remolques cruzados, envueltos en llamas.
Testimonios registrados por EL PAÍS dibujan un panorama de terror en la capital, donde manadas de criminales armados, en moto oa pie, jugaban al gato y al ratón con las autoridades, tiros de por medio. Roberto, un pintor que ha salido de casa poco antes de las 10.00, explicó que los criminales le han quitado su coche a punta de pistola: “No sé cómo será un sitio de guerra, pero yo pienso que es lo mismo”, dice.
Su conocida escena en Culiacán, que hace tres años y tres meses vivió un episodio parecido, igualmente motivado por la captura de Ovidio Guzmán. Entonces, el empuje de Los Chapitos forzó la retirada del Ejército, que había detenido a Guzmán en su casa, en el centro de la ciudad. Sus secuaces causaron el caos, con blocos, tiroteos y vehículos quemados y los militares liberaron finalmente al líder criminal.

En esta ocasión, las autoridades han conseguido su objetivo y han trasladado a Guzmán a la capital, pesa al berrinche de Los Chapitos. La consecuencia de esta victoria es una ciudad aterrorizada. En una comparación ante los medios, el secretario de la Defensa Nacional, Luis Crescencio Sandoval, explicó que los criminales bloquearon hasta 19 avenidas, bulevares y carreteras, solo en Culiacán, cerca del aeropuerto, de la base aérea militar número 10, pero también en las salidas norte y sur.
Aunque el operativo para capturar a Guzmán ocurrió de madrugada, en un poblado a una hora del centro de la ciudad, Jesús María, los enfrentamientos y blocos se han iniciado a sens en zona urbana a eso de las 6.15 de la mañana. Juan, número ficticio, ha llegado al aeropuerto un cuarto de hora antes para volar a Ciudad de México. Había pasado los controles y esperaba en la sala de abordaje cuando de repente ha comenzado a escuchar disparos.
«Han sido como cuatro o cinco ráfagas que se escucharon. Entonces, dije, ‘¿pues qué será?’, Me metí a Twitter a ver si alguien contaba qué pasaba, y de pronto veo que ya estaban reportando blocos, carros quemados. Y say ‘uf, no, esto ya está canón’. Luego llegó el avión y no sabíamos si íbamos a salir o no», explícito. sin despegar «La gente ya estaba medio paranoica», añade el hombre. Finalmente, despegaron.
Su avión ha sido uno de los últimos que ha salido este jueves por la mañana de Culiacán, que luego ha suspendido operaciones. En las redes sociales han comenzado a parecer vídeos donde trabajadores y viajeros corrían a resguardarse en la terminal, ante los tiroteos. También han trascendido vídeos de disparos en las mismas pistas del aeródromo. En una de las secuencias más impactantes de la jornada, décadas de pasajes de una vista que estaba a punto de despegar eschaban a tierra para evitar los impactos. El plomo ha alcanzado al menos a un avión de Aeroméxico ya otro, de las Fuerzas Armadas.

En las calles, la situación era muy extraña. Un periodista que vive en los alrededores del Malecón Nuevo, en el centro de la ciudad, despertó y cuando miró el móvil, encontró varios mensajes diciéndole que no se le ocurriera más. “Hablaban de un enfrentamiento en Jesús María, pero no sabía lo que estaba pasando”, cuenta. Su número no aparece en esta crónica por seguridad. «Durante la mañana recibimos informes de colegas a quienes les robaron el vehículo, también el celular en algunas ocasiones. Ahorita es la incertidumbre.
Varios compañeros han sufrido lo que cuenta, reporteros que transportaron de hacer su trabajo y que se toparon con grupos de criminales. Uno ha contado, por ejemplo, que los criminales le quitaron su coche y que luego se refugiaron en un hotel. Un grupo de personas que llegaron más tarde al hotel ha exigido a los huéspedes las llaves de sus coches. Otro ha narrado una historia parecida: criminales que le arrebataron su coche. No le ha quedado otra que seguir trabajando a pie.
Otros ciudadanos han sufrido despojos parecidos. Roberto tampoco, el pintor, cuyo número verdadero aparece en esta crónica, ha sido una de tantas víctimas de robos a mano armada en las calles de la ciudad. El hombre ha salido de su casa pasadas las 9.40 de la mañana. Había escuchado algo en las noticias, pero no pensó que fuera a afectarle. Sea equívoco.

«Iba yo cerca de un bulevar que se llama Agricultores, cerca de la escuela veterinaria de la Universidad. repent, veo que siete u ocho muchachos estaban ahí en medio, todos con pistola en mano. Cuando llego, uno me dice, ‘¿qué onda viejo, ¿dónde vas?. Yo le digo, ‘see a trabajar’. Y me dice, ‘bájate y deja las llaves pegadas’.
El hombre no opuso resistencia. Salió del coche y se quedó mirando a los jóvenes, sin saber qué hacer. Unos metros más allá, los vecinos miraban lo que ocurría. “Se sube el tipo a mi carro, porque estaba nervioso, no podía imprimir, pero luego ya pudo. Otro que estaba fuera se fue hacia las dos personas que estaban mirando y les dijo, ¿qué están mirando?, así gritando. Y ha disparado dos veces al aire”.

Roberto se alejó corriendo hacia donde estaban los mirones, que le dieron refugio. Desde la casa, vio cómo loss muchacho que le habían quitado su vehículo cruzaron otro en la mitad de la avenida y le pritían fuego. «Desde la casa se miba gente que pasaba, como sacando cosas de un supermercado que hay cerca, pero ya no era del problema, ya era pura rapiña», zanja. El hombre ha vuelto a su casa, oculto en la batea de una furgoneta Para recuperar. Por la tarde, unos vecinos se han ofrecido a llevarle.
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