Regalos tiene un Villarreal arrebatado

Regalos tiene un Villarreal arrebatado

Como casi siempre, el partido empezó con una fuerte presión local que ya hizo temblar al Madrid en los pies de Rüdiger. En este arreón inicial, Coquelin remató de tacón al palo una combinación que en su origen tuvo a Gerard, el Benzema español, un jugador finísimo, hermoso de ver, disfrutable en cada control, en cada giro, y en la presciencia de sus actos en la vanguardia de los medios.

El Madrid fue saliendo del aprieto con Vinicius, que sacó faltas como pausa para la respiración, y también por el diálogo que consiguió sostener a Kroos y Modric: uno se la pasó al otro, balones casi horizontales, ligeramente diagonales, de un interior a otro , logrando un ir y venir y un ritmo como de mecedora que fue ensanchando al Madrid y haciéndolo someterse. Ya en el minuto 10, Modric asistió con caño y trivela a Vinicius, que falló. Estuvo brillante pero errático en la definición.

Otro buen argumento lo tenia el Madrid en la derecha. Estaba Militao de lateral y allí, en un par de arrancadas, se vio una potencia y una zancada que no se grababan ya en esa demarcación. Subió varias veces y en el minuto 20 pudo haber marcado o asistido letalmente en una gran ocasión en la que se entretuvo. El pase habia sido de Benzema, los primeros destellos de lo que debido a una recuperación. No fue la única asistencia artística que dio. Al final de la primera parte, se la dejó de primeras, con lujosa cadencia, a Vinicius, que volvió a fallar ante Reina.

Era un partidazo de otro tiempo, de cuando los entrenadores no mandaban tanto. Un juego alegre, técnico y serio, preciso y veloz, un correcalles, pero correcalles bonito y ordenado. El Villarreal está teniendo un juego delicioso cuando Parejo conoce a Gerard Se reparte ay ay, como en la clara ocasión que tuvo Yeremy Pino en el minuto 23, oscurecido por el elástico cuerpo de Courtois.

En la vuelta del descanso, repetimos algunas cosas. El ardor local, que tampoco era salvaje, provocó una caída defensiva en el Madrid. MendyComo si tuviera un grave problema óptico, regaló el balón al rival y Gerard, sistemáticamente generoso, lo volará ya en Yeremy, que esta vez no falló.

Además del robo, resultado de su mayor, gran parte del daño del Villarreal se produce en acciones en las que Gerard bajaba al mediocampo para moverla al primer hat. No parecía una acción muy destacada y hasta cierto punto era predecible y hasta normal. Pero al robo o regalo del Madrid y al mencionado mecanismo de Gerard se sumó el juego al contragolpe, ya con espacios claros.

El correcalles se fue haciendo más largo, más frenético por momentos, más veloz aún.

Vinicius tomó la iniciativa como el campeón que es, y en el minuto 55 hizo una jugada colosal: se fue al área, con varios encima, se apoyó en Tchouaméni y más rápido que nadie tocó para Benzema, que falló, pero en la propia acción de Vinicius estaba el meollo, pues un defensor, en la pugna por detener al brasileño, cometió mano al darle a la pelota con el brazo. ¿Involuntario? Si, pero con sentido. Porque la defensa estiró más la mano que la manga al ir tan exigida por la velocidad de Vinicius. Vinicius fue provocador una falta nuevo o al menos poco visto que se producía antes del chut y antes de la asistencia, un castigo que no pretendía interceptar, provocado por los apuros y demandas de la persecución.

En la jugada inmediatamente posterior, hubo un penalti aun más raro. Atacaba Foyth y Alaba cayeron. Al tropezar, la mano se le quedó tonta y ahí interceptó el balón. Casi fue más la pelota a la mano que la mano a la pelota. Es la pregunta nueva de los penaltis: ¿la mano iba o venia? Non es que no hubiera intencionalidad, es que había accidentalidad. Y hasta algo más: anti-intencionalidad, porque Álaba, que estaba en el suelo, se sujetaba en la mano y para no hacer penalti la levantó: hizo penalti por no hacer penalti, hizo penalti también por responder al instinto de apoyarse al caer. O sea: hubo accidente, hubo un reflejo instantáneo (¿humanamente inevitable?) y hasta dos, porque colisionaron en torpe dubitación el instinto de apoyose y el instinto de no hacer penalti; hubo falta de intención e incluso ‘inintencionalidad’… pero fue penalti.

Dos evidencias: las nuevas defensas aguanta que ser mancos. Que lleguen mancos al fútbol o que sean amputados Durante el proceso formativo. La cantera que se especializa en eso tomará ventaja.

La segunda evidencia es que el VAR y los árbitros están decidiendo ya casi todos los partidos. El VAR y los cambios de reglamento han reventado el viejo concepto de penalti, potenciándolo; como si fuera una revolución futbolística, los penales ahora son una lotería renovada, cósmica, como si el azar del fútbol tomara nuevas formas, y mayor protagonismo. Es un fútbol tactificado, agotado de esquematismo, que paradójicamente se acaba decidiendo por la rifa de penalizaciones involuntarios, accidentales, insospechados… una discreción del ojo que todo ve. ¿Somos futbolísticamente también objeto de la más cruel vigilancia, sin intimidad (¡sin la intimidad mínima del gesto reflejo!), acaso un punto más del panóptico? Eso es el fútbol, ​​un absurdo panóptico del ojo múltiple y como de insecto del complejo técnico-mediático-federativo…

Pero volvomos al partido. Madrid penalti para marcó Benzema, y ​​Villarreal para aprovechó Gerard.

Penaltis aparte, el Madrid está siendo demasiado suave en defensa: un regalo, un tropiezo…

El partido, ya mucho mas serio, entro en los ‘minutos Camavinga’porque más qu’entrar Camavinga en el partido, es el partido el qu’entra en él.

El juego, aquel primer correcalles, se fue enloqueciendo progresivamente hasta un clímax en el que Pedraza cruzó el campo como si fuera George Weah.

Parejo y Gerard (¡qué partido, qué elegancia!) Los contragolpes del Villarreal, con Morales y Danjuma, fueron devastadores, pero el Madrid resistía, llevó sus centrales al ataque, sufrió incluido Courtois, descubrió allí la portería, sin poder lograr el empate que quizás merecía. Rozó el merecimiento, aunque no su defensa. Su defensa si merecia la derrota. Con un rival como el Villarreal, en un partido que quizás fue el mejor del campeonato, regalar balones, temblar en la presión, vacilar en la salida y tropezar en el área parece mucha ventaja. El Madrid está defendiendo peor o con peor suerte, y eso no debería maquillarse con el nuevo surrealismo arbitral (¡árbitros con bigote daliniano, por favor!) y la muñeca chochona del VAR.

By Maximo Mendoza

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